"Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga." 1 Co 10:12 (RVR 1960).
El cristiano es dado, en algunos casos, a creerse incorruptible y muchas
veces se presenta como ejemplo de buena moral y buenas costumbres (cosa que
puede ser verídica). Pero en muchos casos, la esencia de tal cristiano es presa
de sus palabras o del enemigo, que bien como lo manifiesta Pedro, “anda como león rugiente buscando a quien devorar”; esto los hace susceptibles a la falta y al pecado. Por ello el apóstol Pablo, conociendo que podemos ser víctimas de nuestro pecado, manifiesta según su propia condición: “miserable de mi”, porque estamos
propensos a diario a ser dominados por este cuerpo de muerte.
"Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago. Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena. De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí. Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?" Ro. 7:15-24 (RVR 1960).
Los versículos anteriores expresan fielmente el pensamiento de Pablo, ya que sabía que su cuerpo -esta
carne de muerte e inclinada al mal-, le era contraria a su servidumbre al Dios que bien había conocido. Sabemos a la luz de las Escrituras, que este varón fue
testigo de muchos sucesos antes de su conversión y principalmente, testigo de la presencia del
mismo Jesucristo mismo en su conversión.
Había en él una convicción que
no le detenía ante ningún incrédulo, rey, o poder humano, sino que lo motivaba
a llevar esta verdad donde fuera necesario. Pues bien, a pesar de todo lo que
se expone de su persona, reconoce un enemigo intransigente y poderoso, como
lo es su propia carne y que no le permitía hacer el bien como su corazón mismo lo
quería: esta esencia natural del hombre lo hacía proclive al mal. Por ello, debemos preocuparnos y ocuparnos más bien de nuestra condición
a diario. No podemos pensar en que somos invencibles o incorruptibles y que
podemos mantenernos estoicos ante la inminente presencia del pecado en nuestras
vidas, el mismo apóstol hace una declaración clara respecto a esto:
"Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor" Flp 2:12 (RVR 1960).
Cuando menciona “ocupaos”, se refiere a que debo estar ejercitándome en
mantener, cuidar y proteger la salvación. Muchas veces confundimos el
preocuparnos con el ocuparnos: el preocuparme no genera en nosotros nada mas que solo un pensamiento o a lo más una reflexión con respecto a nuestra condición,
pero el ocuparnos nos lleva a la acción a tomar una decisión respecto a mi condición,
que si estoy bien, me ocupo en mantener mi estado (y mejorar) y que si estoy
mal me ocupe en mejorar cambiar esa condición de falta y pecado que me aleja
de la presencia de Dios.
Es por ello que debemos ser humildes con respecto a nuestra condición,
porque estamos propensos a caer y si somos testigos de alguna falta en algún hermano
de nuestra congregación, no nos hagamos jueces sino como nos indica la palabra
de Dios, seamos sabios en aconsejar y prontos en ayudar en la restauración de aquel
hermano que también tiene una oportunidad.
Pablo nos deja muchos ejemplos de cómo poder acercarnos a Dios, de palpar
su presencia e incluso de cómo se sufre este evangelio; todas ellas con un
objetivo final y esperanzador en que él siempre se afianzó en su caminar. A pesar de todo lo bueno o malo que tuvo que vivir a causa del evangelio,
esta esperanza es traducida en una de sus cartas en la que manifiesta la más
rica esperanza que tuvo en su peregrinaje: el poder estar frente a su Hacedor y
obtener el regalo más grande y eterno de parte del Creador: LA CORONA DE VIDA. Ésta
debe ser nuestra convicción: una que nos invite a buscar cada día le presencia
de Dios en nuestras vidas y a mantener un estado de búsqueda del Espíritu
Santo, para que un día podamos escuchar las palabras que el mismo apóstol esperaba en su corazón:
"Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida." 2 Ti 4:6-8 (RVR 1960).
Que estas palabras infundan en nosotros la misma esperanza que mantuvo Pablo, y nos conmueva en este tiempo que vivimos para acercarnos a con más dicha y esperanza al trono de la gracia.
Que Dios nos bendiga hoy y siempre.
Amén y Amén.
REFERENCIAS:
- Todas las referencias bíblicas han sido tomadas de la versión Reina Valera 1960, consultadas online en la página web https://www.biblegateway.com
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