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domingo, 17 de mayo de 2020

SERIE: MIRANDO LOS ÚLTIMOS TIEMPOS. TEMA 2: "EL TRIBUNAL DE CRISTO"

TEMA 2.- EL TRIBUNAL DE CRISTO
(PARTE 1/3) 

Colaboración de Editor Invitado: 
Julio Matus I.

La semana pasada estuvimos observando en las Sagradas Escrituras que el próximo evento profético en el calendario divino es el arrebatamiento de la iglesia. Ahora la pregunta natural que surge es: ¿qué ocurrirá con la iglesia una vez arrebatada para estar con Cristo? ¿Cuáles son los acontecimientos que siguen para ella y qué eventos ocurrirán en el mundo? ¿Existirán cristianos que se queden en el arrebatamiento? Estas y otras preguntas las resolveremos en este segundo tema de nuestra serie que hemos comenzado a estudiar.

Recordemos –desde la sección anterior– que, en el arrebatamiento de la Iglesia, subirán a recibir a su Señor en el aire todos los que murieron en Cristo y los que estaban en Él al momento de su venida (1 Ts. 4:16); por consiguiente, el grupo de personas que tendrá una transformación o resurrección del cuerpo, son solo aquellos cristianos que existieron desde que Jesús ascendió hasta el momento de su venida en el arrebatamiento de la Iglesia. Los Santos del Antiguo Testamento no participarán de la resurrección del cuerpo en este momento, ellos lo harán en un evento posterior: en la segunda venida de Cristo a la tierra (tema que será desarrollado más adelante). (Dn. 12:1-2, Is. 26:19-21)

El próximo evento que procede para la iglesia a su posterior ascensión al cielo es el tribunal de Cristo. El respaldo bíblico lo podemos encontrar en 2 Co 5:10: 

" Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo."

Y en Rom 14:10-12:

"Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo. Porque escrito está: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, Y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí."

De ambos pasajes, podemos notar que las palabras son dirigidas a hermanos cristianos de las iglesias en Corinto y Roma. De esto se desprende que los creyentes tendrán que presentarse delante de Dios a dar una cuenta de su vida tal como lo dice el apóstol Pablo: "cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de si” (vers. 12), y es tal su realidad que ni aún el apóstol se sentía excluido de tal evento.

La pregunta que surge es: ¿cuál es la cuenta que tendrá que dar la iglesia? ¿Puede algún cristiano estando en el cielo después del arrebatamiento ser condenado?

Para poder responder a estas preguntas, primero debemos dar un vistazo a la posición del creyente delante de Dios. Las escrituras nos muestran algunas verdades:

  1. En Jn. 3:16-18 se nos dice que (paráf.) Dios amó –y ama– de tal forma al mundo, que envió a Su Hijo, para que todo aquél que en Él crea no se pierda, pero también se nos dice: "para que alcance vida eterna”. Después continúa diciendo: "Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (vers. 17-18).
  2. La persona que ha creído que Jesús es el Salvador de sus pecados y rendido a sus pies, le ha confesado como Señor y Dios le ha hecho Hijo de Dios. (Jn. 1:12-13)Al creer en Cristo y Su salvación en nosotros, somos adoptados como hijos de Dios (Jn. 1:12) y, por lo tanto, Dios se manifiesta a nuestras vidas como un padre amoroso que cuida de nuestras vidas, pues “legalmente” somos reconocidos por Él. (Ef. 1:5, Ro. 8:15-17, Ga. 3:2)
  3. Al creer en Cristo, recibimos la salvación de nuestros pecados. Nuestra posición legal cambia delante de Dios, pues antes de Cristo éramos transgresores de la Ley de Dios y judicialmente éramos reos del juicio de Dios y objetos de su ira, ya que la sentencia de la ley es clara y dice: "El alma que pecare esa morirá (Ez.18:20-27, Ef. 2:3) por tanto, toda persona que no está en Cristo está todavía en esa posición legal ante Dios. El que abrazó a Cristo debe entender que ha sido perdonado, sus pecados y muchas transgresiones a la ley divina han sido cubiertas por el mismo Cristo y ahora su posición legal delante de Dios es de justicia, y Dios Padre ya no ve a un transgresor de su ley divina sino a un ser justificado, lo cual significa literalmente declarado justo delante de Sus ojos (Ro. 5:1, Ro. 3:28). La ley divina ya no tiene ninguna deuda que exigir a ese pecador.
  4. El pecado del salvado no quedó sin castigo: fue cargado y castigado en Jesús en la cruz del Calvario. La copa de la ira de la justicia de Dios fue vertida sobre Él (Lc. 22:42, Is. 53:4) muriendo el Justo por los injustos a fin de llevar a los injustos a Dios. (1 Pe. 2:24)
  5. Por tanto, Dios en Cristo, perdonó todos nuestros pecados. Los pecados que había cometido antes de ser salvo y aun aquellos que cometeré después de ser salvo. ¿Existirá algún cristiano que no cometa pecado? Evidentemente que no, ni aún el apóstol Pablo se sintió libre de tal situación (Ro. 7:24-25) y Juan exhortaba a la iglesia diciendo: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Jn. 2:1) y, “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.” (1 Jn. 1:8) Todo creyente que ha tenido una experiencia de salvación puede responder afirmativamente por experiencia propia que en su corazón todavía existen pecados con los que batalla y que, además, aún hay pecados que están en su corazón, pero él ignora y en la medida que se vaya acercando a Dios estos irán aflorando. Por esto, el creyente aún es un pecador, pero ahora su disposición contra el pecado ha cambiado; ahora, es un pecador arrepentido, una característica esencial en un creyente genuino es que cuando se da cuenta que ha pecado, corre inmediatamente a las plantas de Cristo a pedir perdón; y, si no ocurre de esa forma, entonces tal persona debería cuestionar su experiencia de salvación. (Ef. 4:20-25, 1 Jn. 3:8-10) Los ojos del creyente genuino han sido abiertos y ahora sabe que sus transgresiones son solo contra Dios y su corazón ha sido cambiado, pues solo quiere agradar a su Señor y Salvador. (Ti. 3:5-7)
  6. Ahora profundicemos un poco más: ¿es verdad que Cristo murió también por todos mis pecados y aún por aquellos que son futuros? Pues, afirmativamente, el murió por TODOS nuestros pecados. Él murió cuando todavía no nacíamos, y no habíamos hecho ni bien ni mal; pero sin saberlo y en nuestra condición de pecadores, ya había un Salvador que había muerto por nuestros pecados. Acaso, ¿será que nuestros pecados futuros necesitarán un nuevo sacrificio?, ¿será que Cristo tendrá que volver a venir a la tierra para perdonar los pecados futuros?, ¿será que mis buenas obras tendrán que añadirse para mejorar el sacrificio realizado por Jesús en la cruz del Calvario? De ninguna manera. El sacrificio realizado en la Cruz del Calvario fue tan perfecto y de alcance tan ilimitado que Su sangre todavía está fresca para perdonar a todo pecador que acude a Él en arrepentimiento y fe. (He. 9:24-28) Tal vez alguien piense que por el hecho de saber que TODOS nuestros pecados han sido perdonados y castigados en el sacrificio realizado por Cristo, es ese un pretexto para pecar deliberadamente y para no arrepentirse de los pecados que tenemos, y decir de forma ligera: "Mis pecados ya están perdonados, ¡para que me voy a arrepentir! o ¡para que los voy a confesar!". Pensar de tal manera no es otra cosa sino un síntoma de un corazón no regenerado. (Ro. 6:1-2) La obra de Salvación cambia nuestra forma de ver y vivir la vida, pues existe un cambio de mentalidad (metanoia en gr.), el cual lleva consigo un cambio en nuestra actitud. Todo pecado conocido en nosotros ahora es causa de tristeza; el Espíritu Santo es contristado y sentimos la pérdida de la comunión con Dios. (Ef. 4:30). Por lo tanto, un creyente genuino ha experimentado una transformación en su manera de pensar, cambió su vida antigua de falta de arrepentimiento por una de arrepentimiento continuo, y su vida de falta de confesión por una vida de continua confesión delante de Dios. 
  7. Al ser gestada la obra de Salvación en el pecador arrepentido el Espíritu Santo viene a morar al corazón del nuevo creyente (1 Co. 3:16). Somos sellados con el Espíritu Santo y Él es las ARRAS de nuestra herencia (Ef. 1:13-14), esto significa que la presencia del Espíritu Santo en nosotros es la garantía (o prenda dada como garantía) de que somos de Cristo y tenemos una herencia junto con Él. (Jn. 14:3, 1 Pe. 4:5)

Ahora a la luz de estas 7 verdades bíblicas antes mencionadas, retomemos la pregunta realizada anteriormente ¿Cuál es la cuenta que tendrá que dar la iglesia? ¿Puede algún cristiano estando en el cielo después del arrebatamiento ser condenado?…

CONTINUARÁ...

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