Y dijo David: Aquí estará la casa de Jehová Dios, y aquí el altar del holocausto para Israel. 1 Cr 22:1. (RVR1960).
En cierta oportunidad, me encontré con una video entrevista en la red (YouTube), que hablaba de uno de los
pueblos ancestrales de nuestro país (Chile): los mapuches. En aquel video se
destacaba la aguerrida y fiel lucha ofrecida frente al ejército español, tenía
una gran explicación:
“Tú vas a México y encuentras un arte grandioso en todas las pirámides de los mayas, o puedes ir al cuzco y sabemos nosotros que fue una ciudad grandiosa, que tienen entonces que mostrar los mapuches para mostrar que valen, entonces.” Gastón Soublette. (YouTube).
No hay una explicación lógica o alguna evidencia histórica que demuestre la
riqueza de tal pueblo, pero aun así dieron una lucha incansable que les llevó
a la muerte a la mayoría de ellos. Sin embargo, “defendían el paraíso”
explica el autor, una tierra dotada de bienes suficientes y una tranquilidad
única, entre otras cosas a destacar. Ahora usted pensará qué tiene de
importante esto, o qué valor al conocimiento cristiano se le puede encontrar. Nosotros somos un símil del pueblo de Dios: el pueblo de Israel. Tal
pueblo también es mencionado por el entrevistado, manifestando palabras muy
similares a las del pueblo mapuche. Si miramos hacia la historia y al Israel
actual, no encontramos grandiosas obras de arte, tampoco grandes pirámides o no
se habla de ciudades de renombre, pero si encontramos dos grandes y poderosas herencias
que han trascendido a través de la historia, aquello que aguerridamente el
pueblo de Dios también defendió y protegen hasta este tiempo:
- La
Palabra de Dios, que tenía (y tiene), la verdad sobre Jehová, el Dios que les
había libertado de la esclavitud en Egipto y guió su camino hacia la libertad. Mt. 24:35.
- El Santo Templo, que fue encomendado por el mismo Dios, como orden para allí realizar la adoración y servicio a Él. Sal 84:1-2.
Si observamos las riquezas del pueblo de Israel, encontramos a un pueblo
sin grandes ostentaciones, sin grandes construcciones ni menos tesoros
escondidos o en sus manos, como mencionaba antes, pero traspasaron a nuestro
tiempo dos grandes valores, dignos de destacar y mencionar.
Es entendible entonces, de mejor manera las palabras del antropólogo
citado, pero esto no es lo importante, sino lo importante es poder mirar esta
característica del pueblo de Dios, que nunca bajo sus brazos en la defensa de
su fe, y nunca negó su creencia, sino que lo más destacable, si hoy miramos
Jerusalén, es aquella estructura majestuosa y nacida de la misma mente de Dios,
el Templo, eso era importante, reconocible y digno de embellecer a cualquier
costo.
Ahora sabemos a la luz de la palabra de Dios, que el templo que realmente
se debe embellecer, no es aquella estructura hecha por mano de hombres, sino el
templo donde habita el Espíritu Santo de Dios:
¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es. 1 Co. 3:16-17. (RVR 1960).
Debemos ocuparnos del templo, principalmente en la manera espiritual, de
conservar, embellecer y cuidar, la habitación del Espíritu Santo, y debe haber
en nosotros un deseo único y poderoso de estar siempre cuidando este lugar,
para que el Espíritu Santo de Dios nos acompañe y guíe a toda verdad, como es
la promesa entregada por nuestro señor Jesucristo:
"Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad;" Jn 16: 13a. (RVR 1960).
Por ello es importante poder ocuparnos de estar en comunión con Dios, para
que haya en nosotros un vivir el evangelio y no solamente hablarlo de labios
y/o llevar una vida religiosa, sino que en nosotros destaque la cualidad que
podemos observar en el pueblo de Dios, resalte nuestra fe, nuestra creencia y
nuestros actos sean la mayor defensa de esta ante aquellos detractores y/o no
creyentes, y ellos puedan también ser alcanzados por esta verdad, como nosotros
hemos sido alcanzados.
Para terminar, los invito a reflexionar en el pueblo de Dios, que lucho
incansablemente en defender su fe, su creencia, hasta lo más bajo en algunos
casos, pero no decayó, hasta este tiempo, aun con errores, pero su fe permanece
en aquel que les saco de la esclavitud para llevarles a la tierra prometida, preguntémonos
nosotros ahora si no parecemos en algunos aspectos a ellos, siendo nosotros el
pueblo adoptivo de Dios por medio de la gracia de Jesucristo, su Hijo.
Reflexión:
- ¿Me
ocupo en santificar el templo de Dios? ¿de buscar su presencia a diario?
- ¿Mis
actos defiende más fuerte mi fe, que mis palabras?
- ¿Me
avergüenzo, aunque sea un poco, de ser llamado hijo de Dios?
- ¿Brillan en mi mayormente características humanas y/o posesiones, que el carácter de Cristo en nosotros?
Esta y muchas otras preguntas debemos hacernos a diario, para que nuestra
búsqueda sea mayor y suficiente ante la presencia de Dios, porque no es solo
llegar al templo físico, para adorar y buscarle, sino que allí donde nos
encontremos, podamos alabar a nuestro Dios con todo nuestro corazón, como lo dijo
el rey David, allí donde Dios hizo misericordia, allí se debe levantar altar a
Jehová, esto, nuestro corazón.
"Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia." 1 Pe 2:9-10. (RVR 1960).
Referencias:
- Entrevista a Gaston Soublette, Parte III La cultura Mapuche. YouTube
- Todas las citas bíblicas pertenecen a la Revisión Reina Valera 1960, consultadas en la página web https://www.biblegateway.com/.
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