Entradas populares

lunes, 4 de mayo de 2020

ORGULLO: EL PRIMER PECADO

“Y respondió Amán al rey: Para el varón cuya honra desea el rey, traigan el vestido real de que el rey se viste, y el caballo en que el rey cabalga, y la corona real que está puesta en su cabeza; y den el vestido y el caballo en mano de alguno de los príncipes más nobles del rey, y vistan a aquel varón cuya honra desea el rey, y llévenlo en el caballo por la plaza de la ciudad, y pregonen delante de él: Así se hará al varón cuya honra desea el rey.” 
Ester 6:7-9 (RVR1960)

El libro de Ester nos cuenta, en breves capítulos, parte de la historia del pueblo judío que se encontraba en cautividad bajo el dominio de los persas. Relatando desde un comienzo la grandeza del Reino de Media y Persia; cuyo rey, Asuero (Jerjes) -sucesor de Darío-, una vez establecido en el trono, dio muestra de su grandeza y poder por medio de un banquete que duró ciento ochenta y siete días.

La soberanía de Asuero se extendía desde la India hasta Etiopía sobre ciento veintisiete provincias, lo que hoy sería Irán, Irak, Turkmenistán, Afganistán, Uzbekistán, Turquía, Rusia, Chipre, Siria, Líbano, Israel, Palestina, Grecia, Egipto, Libia, Bulgaria, Pakistán, Sudán. Dejando en evidencia lo vasto que era el territorio que dominaba.
En medio de ese contexto, y al amparo de ese gran imperio, es que continúa la historia del pueblo de Dios, ocurriendo el cuarto gran acontecimiento narrado en este libro, después del nombramiento de Ester como reina, cuando Amán es engrandecido en medio de los príncipes.

“Después de estas cosas el rey Asuero engrandeció a Amán hijo de Hamedata agagueo, y lo honró, y puso su silla sobre todos los príncipes que estaban con él. Y todos los siervos del rey que estaban a la puerta del rey se arrodillaban y se inclinaban ante Amán, porque así lo había mandado el rey…” Ester 3:1-2 (RVR 1960)

Y es en este personaje, que nos muestra la historia bíblica, en quien se centra la meditación de este artículo.

En medio de un gran reino ser el segundo después del rey no es una mala posición social, jerárquica, etc., excepto para una persona que es constantemente dominada por su amor propio (como algunos denominan), o el orgullo como nos revela la Palabra de Dios.

Este hombre, no contento con la honra que había recibido del rey, centró toda su atención en la única persona que traspasaba lo dictaminado: Mardoqueo, un hombre judío cuya importancia dentro de la corte real era insignificante, a no ser por su parentesco con la reina, quien:

“ni se arrodillaba ni se humillaba.” Ester 3:5 (RVR 1960)

La actitud de este último llenó de ira a Amán que, no contento con procurar la muerte de Mardoqueo, elaboró un plan para exterminar a todo el pueblo judío poniendo todo su empeño en llevarlo a cabo.

“Y dijo Amán al rey Asuero: Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no guardan las leyes del rey, y al rey nada le beneficia el dejarlos vivir. Si place al rey, decrete que sean destruidos; y yo pesaré diez mil talentos de plata a los que manejan la hacienda, para que sean traídos a los tesoros del rey.” Ester 3:8-9 (RVR1960)

La medida tomada por Amán no concuerda, en magnitud ni relevancia, con la falta cometida por Mardoqueo. Pero, si miramos el corazón de Amán, nos podremos dar cuenta que su propuesta refleja lo elevado de su orgullo.

Clive Staples Lewis en su destacado libro "Cristianismo... ¡y nada más!" nos habla acerca del orgullo como:

“un vicio del cual nadie en el mundo se halla libre; uno que todo el mundo critica cuando lo ve en los demás; uno del cual casi nadie, excepto los cristianos, se cree culpable…Y mientras más la tenemos en nosotros, más nos disgusta verla en otros…El vicio esencial, la maldad extrema, es el orgullo” (Lewis, 1977)

Este vicio se contrapone y enfrenta en una lucha hasta la muerte con la humildad, no se somete ni sujeta a nada que no sea su propia voluntad y ningún logro será suficiente para que permanezca quieto. Y cuando más convencidos estamos que no está en nosotros, entonces es probable que nuestra mirada haya perdido su agudeza y este vicio esté reinando en nuestros corazones.

“Fue por orgullo que el diablo se convirtió en diablo; el orgullo lleva a todos los demás vicios; es el completo estado de anti-Dios en la mente.” (Lewis, 1977)

El orgullo es en su esencia el placer de estar por encima de los demás, ya que nadie se siente orgulloso de alcanzar un estado similar a alguien más, sino, solo cuando se está por encima. La codicia, envidia, egoísmo, avaricia y otros males son resultado del orgullo. Son en sí mismo la expresión del íntimo deseo de estar por sobre los demás, querer ser mejores, tener más que otro, etc.
Este pecado es infundido por el mismo enemigo del alma en el corazón del hombre, pues si nos remontamos al Génesis vemos cuál fue la propuesta hecha para que el pecado entrara a morar en la humanidad:

“sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal.” Génesis 3:5 (RVR1960)

Una propuesta que eliminaba, en la mente del hombre, la idea de estar sujeto a la voluntad de alguien más. Si esto parece exagerado, entonces continuemos mirando a Amán.

El orgullo de Aman hasta ese momento había conseguido su primera victoria, pues era cosa de tiempo hasta que se concretara su plan y se llevase a cabo la exterminación de los judíos. Y eso nos hace pensar que él había de estar satisfecho y tranquilo.
Sin embargo, y tal como lo muestra el texto que encabeza este artículo, Amán deseaba solapadamente exhibir en su persona la honra que le correspondía al Rey.

Seguramente su orgullo fantaseaba con la idea de vestirse de la ropa real, llevar sobre su cabeza la corona del rey, montar el caballo de Asuero, y otro sinnúmero de privilegios (símbolos de grandeza, poder y autoridad). Y tenía tan alto concepto de sí mismo que cuando el rey lo mandó a llamar para preguntarle:

“¿Qué se hará al hombre cuya honra desea el rey? Y dijo Amán en su corazón: ¿A quién deseará el rey honrar más que a mí?” Ester 6:6 (RVR 1960)

No pensó en nadie más y su corazón lleno de orgullo lo llevó a su ruina. En sus pensamientos no había alguien más digno que él para recibir la honra.
El final de la historia es conocido por la gran mayoría del mundo cristiano y no cristiano. Amán, para vergüenza suya, tuvo que honrar al judío a quien tanto deseaba destruir, y fue humillado delante de toda la población que habitaba la capital del reino, aun frente a sus cercanos que tenían conocimiento de su malvado plan, teniendo que pasearlo en el caballo del rey, vestido del ropaje real y pregonando la honra del rey. Además, terminando su vida colgado en la horca que había construido para Mardoqueo.

Estimados lectores, la biblia nos advierte en numerosos pasajes diciendo:

“Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.”
Mateo 23:12 (RVR1960)

Y, si alguno cree estar libre de esta tan grande mal, podemos encontrar en la palabra de Dios el pasaje en que los discípulos de Cristo se encuentran discutiendo entre sí acerca de quién sería el mayor en el reino de los cielos (Lc. 22: 24-26). Dándonos muestras de lo perverso que es el corazón influenciado por el orgullo.

Por tanto, es necesario advertir que el orgullo se disfraza de espiritualidad y el enemigo trata de engañarnos. Pues alguna vez nos podremos encontrar sintiendo algún grado de satisfacción por ser lo suficientemente humildes, buenos para orar, sumisos, serviciales, etc.
Es ahí cuando debemos detenernos y preguntarnos: ¿A quién estamos agradando? ¿Para quién estamos viviendo? ¿Quién está gobernando nuestra vida? Si la respuesta se centra en nosotros, entonces el orgullo está en el centro de nuestro corazón y no Dios.

El primer paso, y tal como lo recomienda C.S. Lewis, es:

“Si alguien desea adquirir la humildad, creo que puedo señalar el primer paso. Este primer paso es darse cuenta que uno es orgulloso.” (Lewis, 1977)

Quien se niegue a abandonar su orgullo, día tras día, no podrá mirar hacia arriba y recibir la voluntad de Dios con aceptación y agrado, porque siempre estará buscando su propio camino.

“mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve.” Lucas 22:26 (RVR1960)

¡Que Dios nos bendiga!

 
Fuente: https://es.vecteezy.com

Referencias:

    0 comentarios:

    Publicar un comentario