Se cuenta, como una parábola, la siguiente historia: Un joven que era amigo del Apóstol Juan en los tempranos días de la iglesia cristiana, era un devoto discípulo del Señor Jesús. Se dice que un día Satanás apareció tentándole. Le dijo: "Quiero comprar el nombre de Jesús. Quiero comprarlo a Ud. y en cambio le daré tres cosas. Le daré riquezas, le daré renombre, le daré poder si Ud. me venderá el Nombre de Jesús".
Este joven insensato fue inducido a vender aquello que hasta entonces le había sido lo más precioso de su corazón, y Satanás no perdió tiempo en llenar al joven de riquezas, renombre y poder.
En la siga de estas cosas en una ocasión estaba en una carrera de carros a caballo, en la que se había esmerado. Una parte del programa, para aumentar su renombre, era que, en la última etapa de la carrera él había de correr su pareja maravillosa de caballos muy a la orilla de la cancha.
Allí, de un pabellón su esposa había de extender a su pequeño hijito por encima de la baranda y él, al pasar a toda carrera, había de dirigir a los caballos con una mano y con la otra agarrar a su hijito y apretarle a su seno, aplaudiéndole por supuesto el inmenso concurso.
Todo andaba bien hasta el momento de agarrar al niño se le resbaló de la mano, y cayendo fue despedazado por el carro. El niño fue recogido destrozado y moribundo y llevado al hogar, opulento. Allí los médicos decían: "¡No puede vivir! ¡No puede vivir!" Oyendo esas palabras desconsoladoras, el joven con frenesí gritaba: "¡Ese Nombre! ¡Ese Nombre! ¿Qué era ese Nombre?"
Se asombró al descubrir que absolutamente lo había olvidado. Los espíritus del mal habían entrado a su corazón y mente y le habían robado la memoria de ese bendito Nombre. Se le había cumplido la promesa.
"Le daré riquezas, renombre y poder por ese Nombre."
Ahora, arriba y abajo, por los salones y los pasadizos de su mansión, riquezas y renombre anhelaba tan solo volver a tener memoria de aquel "Nombre que es por sobre todo nombre", el Nombre Todopoderoso de Jesús.
Latter Rain Evangel.
—Tomado de la Revista Fuego de Pentecostés, Nº 52; Abril de 1932.
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