Amados lectores:
Si algo nos ha permitido conocer la historia bíblica del pueblo de Israel en su peregrinaje por el desierto hacia Canaán, es que en todo ese recorrido se viven diversas situaciones, las cuales gran parte están narradas en las Sagradas Escrituras. Miedos e incertidumbres eran comunes en aquél tiempo donde la única palabra humana en la cual confiar era dada a través de Moisés quien, a su vez, era sustentando por la voz divina de Jehová.
Al caminar por el desierto, es donde el cristiano va forjando su temple y carácter frente a las diversas situaciones de la vida. Porque en todo momento Dios nos mantiene a prueba para poder avanzar en nuestra vida cristiana, fortaleciendo nuestras debilidades con situaciones en donde es menester desarrollarlas.
En cierta oportunidad, oí la siguiente historia: "Un cristiano sufría mucho por no poder resistir a sus tentaciones; por lo que, angustiado, acudió a la oración y dijo: 'Señor, tengo esta tentación que me encantaría poder abandonar. Quiero servirte de todo mi corazón y esta traba me mantiene en el suelo y siento que el enemigo se burla de mí y lo peor, es que también se burla de Ti. Ayúdame, por favor, a superarla y así no poder hacerlo más.' El varón se levantó de la oración gozoso porque sintió que Dios lo escuchaba.
Pasaron dos días y la tentación se presentó delante de sus ojos como un fruto apetitoso. Débil, el hombre cayó. ¿Quién tuvo la culpa? ¿Dios, quién no le ayudó a superar su tentación; o el hombre, quien no supo afrontar una situación de peligro? El hombre angustiado, nuevamente fue a la oración. Derrotado oró y dijo: 'Señor, yo te pedí que me ayudaras y no lo hiciste. ¿Por qué me has abandonado?' De pronto, el hombre oyó en su corazón a Dios decir: 'Yo puedo cambiar tu corazón, pero no puedo dominarte por completo si tu no quieres. En vez de quitarte de raíz tus debilidades, se te presentó una situación en la cual era imperativo que no accedieras para no llorar con amargura. Caíste, pero porque tu corazón aún no está del todo cerca de mí."
Amados, el peregrinaje por este mundo no es nada de fácil, y eso es algo que todos tenemos claro. Nuestras vidas son espejo de la obra que Dios ha hecho en nosotros y nuestros actos son los que evidencian nuestra relación con Dios, sin que ello mencione que Dios no es justo para con nosotros.
Pruebas y aflicciones han de venir y es justo poder sobrellevarlas. Sin pruebas es imposible ver la bendición, y sin bendición es imposible contrastar la angustia con la alegría, y sin alegría, nuestro corazón en algún punto desfallecería. Pedro, quien fue varón virtuoso luego de aceptar realmente a Jesús en su corazón, fue una persona dominada por su carácter. Su temple era impetuoso, lo que le llevó a cortarle la oreja a Malco, soldado romano en el momento del arresto de Jesús (Sn. Juan 18:10) en un acto de valentía, ira e impulsividad al ver que se llevarían a su Maestro. Pero, lo que fue una actitud heroica, terminó en llanto amargo por haberle negado tres veces en el patio de Anás, luego de que el gallo cantara tres veces.
Sin embargo, la virtud no vino por el acto de valentía, sino que vino por el Espíritu Santo en Pentecostés. El mismo Pedro fue transformado para ya no ser el impetuoso de antes, sino más bien el piadoso que Jesús formó durante todo su peregrinaje mortal. Así, lo vemos junto a Juan en la Puerta "La Hermosa" (Hch. 3:1-10) dando de lo que Jesús le enseñó y de lo único que poseían: EL ESPÍRITU SANTO.
Concluimos entonces que:
- el peregrinaje de esta vida es un camino no exento de dificultades,
- las dificultades debiesen ser sobrellevadas, o en su defecto, superadas mediante las situaciones críticas que se nos presentan,
- todo peregrinaje es distinto, considerando el ejemplo de Pedro y,
- Dios va perfeccionando nuestro caminar, endulzándolo a través de la dirección y presencia de Su Santo Espíritu.
"Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará."
Deuteronomio 31:6
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