¿QUÉ ES MENESTER QUE YO HAGA PARA SER SALVO?
Hechos 16:30-31 Reina-Valera Antigua (RVA):
30 Y sacándolos fuera, le dice: Señores, ¿qué es menester que yo haga para ser salvo? 31 Y ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú, y tu casa.
Desde que recuerdo tener memoria, observé en casa de mis
abuelos un cuadro que mostraba una cita bíblica: Hechos cap. 16, ver. 30-31. Pero, más
que cualquier otra cita que vi, oí o leí desde mi niñez, este me llamaba la atención,
porque usaba una palabra distinta a la que todos usamos en nuestra vida, la
palabra “menester”, una palabra, como decía, poco usada y casi desconocida en
nuestro lenguaje.
Indagando en algún diccionario secular (RAE), podemos encontrar
y entender el significado de esta palabra de la siguiente manera.
-
Falta o necesidad de algo.
-
Instrumentos o cosas necesarias para los oficios
u otros usos.
Es decir, algo que yo necesito, algo de lo que carezco o no
poseo y añadiendo la segunda definición, por qué medio suplo o alcanzo aquello
que necesito.
Por ello, queridos hermanos, cuando este carcelero de
Filipos, expresa a Pablo y Silas estas palabras: “¿qué es menester que yo haga
para ser salvo?” les está diciendo directamente que carecía de algo,
necesitaba algo… ¿Por qué? Porque vio, tanto en Pablo como en Silas, una condición
mayor y mejor, de más estima y el sintió la necesidad de poseerlo. Necesitó en
gran manera ser alcanzado por lo mismo que ellos habían sido alcanzados; por
ello, exclama "qué debo hacer para suplir esa necesidad" o "cuál es el camino" y "cuál es el
medio".
Conocemos la respuesta, que parece ser simple pero a la vez profunda:
“Cree en el señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa”.
Solo en Cristo
podemos alcanzar esta salvación. Solo en Cristo hay vida y entre muchos otros
adjetivos que pudiéramos añadir acerca de cómo actúa este Redentor y Salvador, muchas veces lo olvidamos; sobre todo cuando vienen tiempos de tormenta u
oscuridad o si no hemos sido alcanzados realmente por esta verdad. Basta con
solo creer en el poder redentor de su sacrificio; pero debemos hacerlo con todo nuestro corazón. Éste es el mayor deseo de nuestro Señor: alcanzar a aquellos que aún no le
conocen.
Y como última reflexión, no por el hecho de militar en una congregación
o haber sido criados bajo un hogar cristiano tenemos asegurados este encuentro
con Dios. Debe nacer ésta necesidad que nació en el carcelero para que sean
abiertos nuestros ojos y sanados nuestros corazones.
¡Que Dios nos bendiga!
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