"Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos,
porque el reino de los cielos se ha acercado." Mateo 4:17 (RVR1960)
El ministerio de Jesús está resumido en uno de sus primeros mensajes,
donde en cortas palabras, entregó la verdad divina personificada
en Él. Puesto que nunca el reino de los cielos se había presentado tan cercano
como en los días en que el Hijo de Dios habitó entre los hombres.
Por un lado, podemos meditar qué es el “reino de los cielos” y como
nos lo muestra las Sagradas Escrituras.
Es un espacio donde la influencia humana no ha hecho, ni nunca podrá
realizar una intervención que provenga desde su corrompido corazón (1
Corintios 2:11). Un lugar donde nuestra humanidad caída, con todas sus
imperfecciones, no tiene ninguna reserva (1 Corintios 15:50). Solo por
mencionar algunas características.
Por otro lado es importante destacar que, si hasta ese momento hubiera existido una
mínima posibilidad de acceso al reino de los cielos, la venida de Cristo no
hubiese sido necesaria. Pero existía un precedente innegable de cómo el pecado
había hecho estragos en la humanidad, impidiendo que ésta pudiera tener alguna
libertad para heredar las moradas celestiales.
También debemos mencionar que, desde el primer momento en que el pecado entró a morar en la humanidad,
se abrió un abismo de distancia entre el hombre y Dios. El pecado trajo, entre otras cosas, la desposesión de un lugar de privilegio como lo era el huerto de
Edén y la sentencia que hasta los días de hoy es ejecutada en todos
los lugares del mundo: la muerte física. Sin embargo, la más horrible de todas fue
la condenación a una muerte eterna. Su palabra nos dice:
"por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de
Dios," Romanos 3:23
(RVR1960)
Mediante esta verdad, se hizo evidente la necesidad de un
mediador, alguien con la autoridad de reconciliarnos con Dios y poder acercarnos a
nuestro creador, tal como se revela:
"Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los
hombres, Jesucristo hombre." 1Timoteo 2:5 (RVR 1960)
Por tanto, nadie estaba en una mejor posición para predicar este mensaje
e invitarnos al arrepentimiento, dado que por medio de su sacrificio
vendríamos nosotros a recobrar la esperanza de salvación. Jesucristo quien:
"no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino
que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los
hombres;
y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo,
haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz." Filipenses 2:6-8
(RVR1960)
Convirtiéndose en la puerta de entrada (Juan
10:9), y el único camino (Juan 14:6) que nos puede llevar
a heredar este reino.
Finalmente, nos queda un ejemplo claro de arrepentimiento cuando a la hora de
la crucifixión, uno de los malhechores que estaba siendo ajusticiado, hizo una
sincera confesión:
"Nosotros,
a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros
hechos; mas éste ningún mal hizo.
Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el
paraíso."
Lucas 23: 41-43 (RVR 1960)
Lucas 23: 41-43 (RVR 1960)
Alcanzando la misericordia de Dios en respuesta a su confesión arrepentida, llegando a ser objeto de las palabras más dulces que alguien pudiera escuchar.
Estimado
lector, el arrepentimiento no es otra cosa que el profundo deseo de abandonar
una actitud, pensamiento o conducta que sea pecado delante de Dios. Este deseo
necesariamente tiene que ir acompañado de obras que muestren una evidencia clara de ese sentir.
Por tanto,
hoy la invitación es a que todos nosotros en el lugar donde nos encontremos podamos con firme decisión acudir a Dios con un
corazón arrepentido, para así poder ser llevados a Él por medio de la Fé en
Jesús.
"El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por
tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno
perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento." 2Pedro 3:9 (RVR1960)
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