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miércoles, 8 de abril de 2020

UN FUEGO EN MIS HUESOS


"Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude."
Jer. 20:9. (RVR 1960).

Jeremías expone en este pasaje de su extenuante historia de servicio a Dios, un deseo fuerte y poderoso de querer desistir y abandonar su labor ministerial de manera enérgica; porque, si revisamos algunos versículos anteriores, encontramos en Jeremías una suerte de decepción con Dios, aduciendo a través de sus palabras, haber sido engañado por Dios.

"Me sedujiste (1), oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí. Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día." Jer. 20:7-8. (RVR 1960).

Y parece que somos condolientes con este gran siervo de Dios y queremos reclamar también a Dios por esta terrible situación que soportaba Jeremías, cumpliendo el mandato de Jehová y  también por padecimientos que muchas veces debemos acarrear en este caminar de servicio a nuestro Dios. 

Entendemos a la luz de las Escrituras, que Jeremías había sido sometido a una de las más humillantes y vergonzosas torturas de aquel tiempo. En los versículos anteriores al reclamo de Jeremías, se puede apreciar la reacción del sacerdote del templo de Jehová, el sacerdote Pasur, quien al recibir la profecía de Jeremías (cap. 19), se enfurece de tal manera que azota fuertemente al profeta en la puerta del templo para luego ponerle en el cepo que estaba en la puerta superior de Benjamín y que conducía a la casa de Jehová.

Antes de avanzar, hay dos cosas que debemos analizar primeramente.
1. Primero, le pone en el cepo. Existen distintos tipos de cepos conocidos para tortura publica y/o privada, en esta ocasión hablaremos de dos:

a. Cepo para los pies (2): que era un instrumento hecho de dos maderos gruesos, en los cuales se aseguraba la garganta o la pierna de un reo, juntando los maderos. Este tipo de cepo es conocido por nosotros en el cual Pablo junto a Silas estaban capturados en Filipos, cuando luego vino un gran terremoto como manifestación divina y les liberó. (Hch. 15:16–40). 
Cepo para los pies.
Fuente: https://es.goodsalt.com/
b. Cepo para cuerpo entero: era un instrumento de estructura mayor, que sujeta los maderos y que tenía en la base dos maderos gruesos para sujetar los pies y sobre ellos dos maderos que sujetan cabeza y manos y que al unirse, permite solo el asomo de pies, cabeza y manos, dejando al enjuiciado en una posición incómoda sometiéndole a una contorsión muy dolorosa e insana de su torso hasta el momento de su liberación. 


Es de destacar, que cuando un individuo era puesto en el cepo en una ubicación publica, era signo de humillación y vergüenza total, por lo que cualquier otro habitante que le viera podía ofenderle, lanzarle objetos (aún cosas putrefactas) alcanzando niveles sórdidos como las heces y orines.

Cepo para cuerpo entero.
Fuente: https://www.slideshare.net/Montse_de_Paz/la-biblia-y-los-primeros-profetas

2. Jeremías fue ubicado (en el cepo) en una de los caminos principales que conducía a una de las entradas del templo, por lo que era bastante transitado a diario. Esto permitía que más personas pudieran verle en esa condición y humillarle.

Para entender y definir entonces, según estudios realizados y evidencia histórica conocida, es en el segundo tipo de cepo en el cual fue puesto Jeremías, por ende, sobre la tortura propia que le sometía el castigo (una tortura física), fue sometido a la tortura y humillación pública. 

Habemos de recordar que la palabra y acción de los sacerdotes de ese tiempo era ley y valía la consideración de que Jeremías, aun siendo profeta de Dios, merecía estar siendo humillado de esa manera tan baja.

Tenemos así a un profeta de Dios quien, obedeciendo solamente a su Dios, fue humillado de una manera terrible. Imaginémonos solamente el ser escupido, ofendido, recibir orines, heces sobre el cuerpo... Es obvio que la condolencia sea un sentimiento que nos embargue, y  parece atendible su queja, "me sedujiste oh Jehová y fui seducido (1)", "me has engañado oh Jehová y fui engañado" 

¿Por qué le reclamaría de esta manera entonces? Volvamos al llamado de este varón, cuando siendo solo un niño recibió la promesa de Jehová es sobre él.

"Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones. Y yo dije: !!Ah! !!ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño. Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande. No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová." Jer. 1:5–8. (RVR 1960).

Vemos entonces que Jeremías quiso rehuir su llamado porque era un niño; pero Jehová le había prometido estar con él y que sería Su palabra divina la que saldría de su boca y que nunca le dejaría.
Podía entonces ahora entender Jeremías, que había sido engañado por Dios. Tal le parecía que aquella condición no se estaba cumpliendo, es por ello que le reclama con tal ahínco, ya que queriendo no pudo resistirse al poder de Dios.

Pero hemos de resaltar con más entereza que, por sobre todo esto, Jeremías no decayó y se mantuvo firme, en pie, porque sabía que debía obedecer a un ser supremo mayor a él, que sustentaba en la verdad su imposición sobre él; una verdad que había llegado hasta lo más profundo de su ser, que le había traspasado, dejándole sin otra opción que entregarse por completo al servicio de Dios y una dedicación plena a su Hacedor. 
Dios le había demostrado por Su Palabra verdadera y Su voluntad, que Su supremacía debía ser obedecida, y las profecías que le había permitido entregar anteriormente, eran claras señales de que no eran una idea infundada en su mente, sino que provenían del Dueño de la Verdad, Jehová Dios, Rey de reyes y Señor de señores. No tenía entonces opción y por ello vuelvo al primer versículo citado en este artículo:

"Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude." Jer. 20:9. (RVR 1960)

Ardía en él un FUEGO tal, que no le dejaba tranquilo. Sin duda en esos momentos de vacilación y muy terribles por definición, el fuego del Espíritu Santo no le permitió doblegarse, porque su llamado era más fuerte que cualquier mal venir sobre él; ni aún la razón que podía tener en su mente de estar padeciendo sin culpa. Así podemos entenderlo: le permitía ceder y pudo hacerlo, pero no le era permitido pues su llamado era más fuerte que cualquier otra cosa.

Ahora, en nuestro peregrinar diario hacia la Santa Ciudad, ¿cómo nos enfrentamos ante estas contradicciones? “Murallas”, obstáculos que se ponen en nuestro caminar, ¿nos permitimos ceder?, ¿quedarnos en el camino? Si la respuesta es positiva, debemos entonces cuestionarnos: ¿quién me ha llamado? ¿Desde dónde provino aquella gracia redentora? ¿no provino desde los cielos? ¿Porque entonces nos dejamos abatir por cosas triviales, insignificantes ante la inmensa gracia que Dios ha manifestado por nosotros? 

Si, entiendo que razonablemente muchas de estas situaciones parecen injusticias, ofensas que parece podemos enfrentar y humillaciones que no debemos dejar pasar, pero mayor es el amor que Cristo manifestó por nosotros, mayor es lo que padeció Él por amor a la humanidad. 
No digo con esto que debemos dejarnos pasar a llevar de manera brutal, ni mucho menos. Digo que debemos sobrellevar estas cosas y tratarlas de manera prudente, pero nunca nos deben detener a cumplir el propósito de Dios en nosotros, ni menos dejarnos en el camino. Recordemos que quienes militan también con nosotros son hombres y sujetos a errores como cualquier mortal, por ende, debemos aprender a sobrellevar estos errores los unos a los otros, para que podamos vivir como este gran varón de Dios, a fin de que nada nos detenga en el camino, sino que vivamos siendo quemados por ese fuego del cielo, movidos para que haya en nosotros una necesidad de llevar el evangelio a las almas que se pierden y una necesidad constante de buscar la santidad en la presencia de nuestro Dios.

Como última reflexión, si miramos en general la vida del profeta Jeremías, vemos que la palabra que provino de parte Dios siempre se cumplió al pie de la letra, por ello, las circunstancias pasajeras son solo eso: pasajeras. Debemos mirar el propósito general de la obra de Dios y no aquel aguijón pasajero que nos quita el sueño o nos lleva a la desconfianza. Dios trazo el camino y Jesús ya lo transitó por nosotros, solo debemos confiar en Su promesa.

Que Dios en su inmenso amor y misericordia le proteja, guarde y ponga paz, en medio de la aflicción o cualquier otra circunstancia que pueda estar pasando. Amén.


"Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo."
Jn. 16:33. (RVR 1960).



REFERENCIAS:
1. Seducir: Persuadir a alguien con argucias o halagos para algo, frecuentemente malo. Embargar o cautivar el ánimo a alguien. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.3 en línea]. <https://dle.rae.es/seducir> [04-04-2020].
2. REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Diccionario de la lengua española, 23.ª ed., [versión 23.3 en línea]. < https://dle.rae.es/cepo > [04-04-2020].

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